Solidaridad, deber de todos

Para impulsar los verdaderos vientos de cambio que favorezcan el desarrollo de los individuos y las naciones, impulsar la realidad intrínseca de la persona, sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad o partido, el ser humano debe impulsar el ejercicio de la solidaridad dentro de la sociedad.

La solidaridad es una relación de justicia: ¿por qué solidaridad? (…) solidaridad, porque es lo justo, porque todos vivimos en una sociedad; porque todos necesitamos de todos, porque estamos juntos en este barco de la civilización; porque somos seres humanos, iguales en dignidad y derechos. La solidaridad es justa porque los bienes de la tierra están destinados al bien común, al bien de todos y cada uno de los hombres, y los que, dada su buena fortuna, tienen más, están obligados a aportar más en favor de otras persona y de la sociedad en general.

La solidaridad se practica sin distinciones, la finalidad sólo puede ser el ser humano necesitado, al que se ayuda sin esperar recibir nada a cambio; de ayudar aunque nadie se entere, ni aún la persona a la que ayudamos. Esto es: ser solidarios por una verdadera convicción de igualdad y de justicia. Es difícil ser caritativos, solidarios, entregados, y ser, al mismo tiempo, totalmente desinteresados. La solidaridad entre individuos nace de la convicción de igualdad de todos los hombres, al igual que la solidaridad en sociedad, y la solidaridad entre naciones.

La solidaridad entre individuos no resta importancia a la real necesidad de impulsar la solidaridad de escala social, sólo así el ser humano encontrará soluciones a los problemas socio-económicos a los que se enfrenta la sociedad en la que vivimos.

La verdadera solidaridad requiere que trabajemos por eliminar las raíces de la miseria humana, tanto propias como ajenas, incluso si esto requiere algún sacrificio por nuestra parte o haya que dar de nuestras necesidades y no sólo de "lo que nos sobra". La solidaridad también significa compartir los bienes materiales con otros, especialmente con los pobres de este mundo.

Pero no podemos dejar notar que, en general, cuando hablamos de solidaridad, nos viene a la mente, de forma casi automática, la idea de ayuda económica y material –dar dinero, dar comida, dar casa, etc…–. Estas ideas, aunque sí forman parte de la solidaridad, no lo hacen de forma completa. El ser humano también tiene otras necesidades como las afectivas, espirituales, morales o sociales, y es tarea de todos lograr su desarrollo.

Con pequeñas aportaciones de todos y cada uno de nosotros, podemos llegar a hacer mucho, la fuerza conjunta hará que consigamos construir un mundo mejor, en el que la vida sea más fácil para todos. La solidaridad favorece el desarrollo del individuo y la sociedad en la que vive.

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